Por Alejandro Cabranes Rubio
A lo largo de la presente década muchos cines madrileños han cerrado sus puertas como el Tívoli, Benllure y tantos otros que omito. Tampoco es ningún secreto que algunos como el Avenida tienen los dias contados. Sin embargo, Madrid dispone de una infraestructura cultural muy superior a la de muchas ciudades del país, como es el caso de Las Palmas de Gran Canaria.
A lo largo de la presente década muchos cines madrileños han cerrado sus puertas como el Tívoli, Benllure y tantos otros que omito. Tampoco es ningún secreto que algunos como el Avenida tienen los dias contados. Sin embargo, Madrid dispone de una infraestructura cultural muy superior a la de muchas ciudades del país, como es el caso de Las Palmas de Gran Canaria.
Habrá quién piense que allí no van a poder añorar esa oferta porque nunca se caracterizó por la abundancia. Pero resulta muy significativo que el Multicines Royal –situado cerca de la Plaza de la Feria-, y donde este servidor vio por primera vez una película de Tim Burton (Bitelchus para más señas y como dato significativo de la antigüedad del local), no programe más.
En otras palabras, a pesar de que esa cobertura fuera insuficiente en la capital de las islas canarias al menos existió, y durante un tiempo se tuvo la esperanza de que creciera.
En efecto a principios de los años noventa con la llegada de nuevas superficies (Las Arenas, La Ballena) al menos se duplicó el número de filmes que podían ver los ciudadanos. Aunque fuese en centros que representasen de alguna manera el incipiente paso de la globalización. Allí se exhibieron películas que recogían los parámetros del cine de consumo masivo (como Algo para recordar) y alguna rareza, muy relativa (todo hay que decirlo) como La boda de Muriel.Ese panorama se enriqueció más con la apertura de los Multicines Monopol casi a término de la Calle Triana. Nunca fue una apuesta radical como demuestra la exhibición allí de Ratatui, una cinta excepcional, muy superior a bastantes películas comerciales y -aunque a algunos le cueste admitirlo- a no pocas muestras de cine “pobre en presupuesto, pero (supuestamente) rico en ideas”. Pero se convirtió en la única sala con acceso a la versión original. Si llegaba a estrenarse alguna de Rohmer en Las Palmas, era allí.
Como sucede en Madrid, a veces esas propuestas sólo tenían de innovadoras e inteligentes la fama, que no su resolución. Pero -como ocurría también en Madrid- era evidente que se colaban títulos que de otra manera sólo serían recuperables con la edición del dvd (y si la distribuidora enviaba copia al Corte Inglés situado en Mesa y López), y que sí valían la pena. Las cintas comerciales (de todas las calidades). seguían disfrutando unos cauces de exhibición normalizados entre sus paredes. Todo eso se perderá, ya que sus dueños han anunciado su intención de vender el local.
No se trata ahora de reivindicar una programación “exquisita”, y equiparar a los Multicines Monopol con la última palabra en vanguardia en lo que a política cultural se refiere. Pero sí lamentar estos tiempos huracanados que arrasan con todo aquello que -hasta más o menos mi generación-valoraba mucho los ciudadanos. La posibilidad de mirar otras ventanas que no sean las que ofrece una pantalla de ordenador. La aventura de quedar para ver una película y comentarla entre todos a su término.
Ahora bien, tampoco somos representantes de esa pureza perdida, como demuestran las continuas descargas en la red. Quizás -como si fuésemos los protagonistas de una tragedia de Chéjov- nos hemos convertido en personajes que debido a su falta de compromiso con determinados ideales han colaborado más en la desertización de la ciudad. Nuestra ilusión ha dado paso al estallido de una tragedia cívica. Hay veces que esa ausencia de voluntarismo se ha traducido en el cierre de salas como el Cine Luna de Madrid, y que tras su desaparición han acarreado para los barrios donde se situaban el aumento de la conflictividad urbana.
No sé si nos merecemos lo que está ocurriendo, sobre todo cuando comportamientos escandalosos como los de todos los implicados en el Caso Albeniz (no deslegitimo una operación de conmra-venta, sino las circunstancias que la envolvieron y la conducta posterior a esta por parte de un grupo de personas superior a las dos partes interesadas en el acuerdo económico) no tienen en los medios la notoriedad que deberían. Tampoco desconozco si esa nueva generación va a tener mucho interés en un tipo de costumbres cada vez más románticas. Pero si sé que mañana se venderá los Multicines Monopol y pasado nuestra propia alma.
Los carteles de We Never Close se sustituirán por los de We Always Sell. Seguiremos cerrando.
1 comment:
Salvados momentaneamente. Los dueños han dicho que no van a vender.
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