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18.6.14

Lo que el Consejo Regional de Patrimonio Histórico decidió y ahora se dice que no ocurrió



La Comunidad de Madrid dice que el Albéniz no es un bien de interés Cultural cuando se nos ha informado nada menos de que
"el Pleno del Consejo Regional de Patrimonio Histórico aprueba por unanimidad que la Dirección General de Patrimonio Histórico declare como Bien de Interés Cultural el Teatro Albéniz, en la categoría de Monumento"

La Comunidad de Madrid quiere ocultar el acta de esa decisión. No pueden hacerlo, con la ley de transparencia en la mano. 

Pero lo hacen, sin inmutarse…


Lo que el Consejo Regional de Patrimonio Histórico decidió 
y ahora se dice que no ocurrió


Artículo por Beltrán Gambier
(Abogado de la Plataforma de Ayuda al Teatro Albéniz)

Ir al artículo original



Pinchar aquí si se desea ver una información más completa y que contextualiza lo que ahora se dice

Cuando se incoó el expediente BIC para el Teatro Albéniz por orden del TSJM, pedimos que se amplíen las consultas técnicas: entidades públicas, entidades  privadas, periodistas y gestores culturales. Y ello porque consideramos que tienen una opinión valiosa a aportar sobre el valor cultural del teatro Albéniz (agregamos una lista sólo enunciativa de entidades y personas). 

Esta prueba fue considerada innecesaria mediante el acto procedimental de Alicia Durántez de Irezábal de 28 de abril de 2014. Se dijo, para ello, que “en la tramitación del expediente se solicitan informes a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y a la Real Academia de la Historia”. Y se agregó seguidamente que “también se somete el expediente al dictamen del Consejo Regional de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, donde están representadas además de las Reales Academias, diversas instituciones culturales, Universidades públicas y colectivos profesionales, así como partidos políticos con representación parlamentaria”. Dicho eso se concluye expresando “con ello se entiendo suficientemente abierto el ámbito de consultas”.
Lo que no se dijo fue que daba igual lo que arrojara ese análisis porque se iba a privilegiar la solitaria opinión de un funcionario: Amado Giménez Precioso (Director General de Promoción Cultural) -ya vemos cómo promociona la cultura- y el del arquitecto José María Ballester Palazón, funcionario de la Dirección General de Patrimonio Histórico. La opinión de ellos dos tuvo más peso que más de 6000 firmas ciudadanas, 500 intelectuales y protagonistas de la cultura.

¿Honró esta pauta procedimental la Comunidad de Madrid? 

No. 

Veamos lo sucedido.

El Consejo Regional de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid se reunió en la mañana del miércoles 20 de febrero de 2013 y trató, entre otros, el tema del Albéniz. Son aproximadamente 30 los integrantes.

¿Quiénes asistieron y quiénes delegaron su voto? 

Presidenta: Sra. Dña. Ana Isabel Mariño Ortega
Vicepresidente: Sr. D. Jaime Ignacio Muñoz Llinás
Secretaria: Dña. Alicia Durántez de Irezábal
Vocales:
D. Juan Carlos de la Mata González
D. José Luis Martínez-Almeida Navasqüés
Dña. Mª José Martínez de la Fuente
D. José Luis Fernández-Quejo del Pozo
D. Juan Jesús Domínguez Picazo
Dña. Matilde García Duarte
D. José Trigueros Rodrigo
Dña. Pilar Sedano Espín
D. Antonio Gallego Gallego
D. Javier González Herráez
D. José Ramón Duralde
Dña. Diana Díaz del Pozo
Dña. Dolores Agudo Masa
D. Ángel Aragonés López
Dña. Amparo Berlinches
Asisten también, por razón de los temas a tratar:
D. Emilio Arias Plaza – Ayuntamiento de Fresnedillas de la Oliva
D. Fco. José García Paredes – Ayuntamiento de Colmenar de Oreja
D. Luis Lafuente Batanero, Subdirector General de Difusión y Gestión (DGPH)
Dña. Ana de Miguel Cabrera, Subdirectora General de Protección y Conservación (DGPH)
D. José Mª Ballester, Jefe de Área de Catalogación (DGPH)
Dña. América Jiménez Hernández (DGPH)
Dña. Inés Sánchez Vallejo (DGPH)
Dña. Eva Monclús Aguilar (DGPH)
Delegan su voto en el Presidente:
Dña. Isabel Rosell Volart
D. José Luis Moreno Casas
D. Enrique Ruiz Escudero
Delegan su voto en el Vicepresidente:
D. Enrique Baquedano

¿Qué acordaron en relación al Teatro Albéniz?

Según se nos ha informado, y quisiéramos confirmar este dato, se decidió lo siguiente en estos términos: "De acuerdo con lo anterior el Pleno del Consejo Regional de Patrimonio Histórico aprueba por unanimidad que la Dirección General de Patrimonio Histórico declare como Bien de Interés Cultural el Teatro Albéniz, en la categoría de Monumento".

Cabe señalar que en cada uno de los casos que se iban tratando se iban decidiendo cosas distintas. En algunos de los temas se resolvió en idénticos términos para otros sitios y en otros se resolvía, por ejemplo, aconsejar la incoación del expediente BIC.

En los otros casos en que se aconsejó lo mismo que para el Teatro Albéniz (...aprueba por unanimidad que la Dirección General de Patrimonio Histórico declare como Bien de Interés Cultural...) (vuelvo a poner las palabras usadas para que no se quiera decir que hubo error de quien levantó el acta), el BIC fue acordado con posterioridad por la Comunidad de Madrid a través de su Consejo de Gobierno.  Pinchar aquí para ver un ejemplo con un violín Stradivarius

En el caso del Albéniz no correspondía aconsejar la incoación por dos clarísimos motivos:

Primero: hacía cinco días que el expediente se había incoado por la propia Dirección General de Patrimonio Histórico (concretamente, el 15 de febrero). Pinchar aquí para ver el acto de incoación del que surge la fecha que indico 
Segundo: la necesidad de incoación, en todo caso, ya estaba ordenada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y nada tenía que decir ni aconsejar el Consejo al respecto.

De manera que, insisto, no tenían que deliberar sobre la incoación (como no lo hicieron) y sí sobre el fondo del asunto, lo que así hicieron con resultado favorable para la preservación del Albéniz. No es posible iniciar/incoar un expediente ya iniciado....

¿Qué pasó después? ¿Qué se dice ahora que fue lo que se acordó?

Creemos que alguien, por motivos que se desconocen, resolvió que pese a lo categórico de la opinión del Consejo (el Consejo que Alicia Durántez de Irezábal nos dijo que servía para suplir las consultas que nosotros pedíamos), el BIC no debía otorgarse para el Teatro Albéniz. ¿Qué fuerzas se movieron?. No los sabemos. Y entonces hubo que cambiar la versión de los hechos y decir que no pasó lo que pasó. Algo difícil con tantas personas implicadas.

¿Cómo hacer para desoír lo aconsejado por dos Academias y por el Consejo Regional de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid?

No era fácil. Pero alguien debió tener lo que pudo considerarse una brillante idea.

El razonamiento que pudo tenerse, colegimos, fue el siguiente: "digamos que en realidad el Consejo Regional de Patrimonio Histórico en vez de aconsejar la declaración de BIC aconsejó la incoación del expediente. Y decimos que el Consejo no tiene competencia para declarar BIC".
Mala idea no habrá resultado porque para concretar esto Alicia Durántez de Irezábal expidió un certificado/diligencia, con fecha 6 de mayo de 2014, que nos entregó, expresando que lo ha se había resuelto para el Teatro Albéniz era la incoación y no la declaración (de BIC).....(como efectivamente había ocurrido).

¿Cómo se pensó, entonces, explicar a los ciudadanos de Madrid este brutal y trascendente cambio?

Alguien, parece, tuvo la buena idea de razonar así: "digamos que el Consejo Regional de Patrimonio Histórico no tiene competencia para declarar BIC a un bien determinado y que éso, por ley, es una competencia del Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid. Digamos, entonces, que lo consignado en el acta fue un error, dado que mal pudo el Consejo decidir algo que no le competía".
Esta línea de actuación anduvo bien. Pero hace agua por los cuatro costados.

Pensarían que con esgrimir el argumento de la falta de competencia del Consejo para declarar BIC bastaba. No se percataron de que la dinámica que surge del acta indica qué fue lo que ocurrió. Y lo que ocurrió fue que se aconsejó BIC para el Albéniz y no la incoción (que ya se había producido días antes, el 15 de febrero, y era sabido por todos, al menos por los funcionarios de la CAM).
Qué dificil será para el señor Director General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid sostener esta explicación, sin ponerse colorado. Será difícil, también, para Alicia Durántez de Irezábal. Ella, siendo secretaria del Consejo, debió decir: "Señores, el expediente ya lo hemos incoado". ¿Por qué no lo dijo? 

Tan incoherente es lo actuado que si hubiera sido cierto que en el acta se consignó por error lo de la incoación, debié el asunto volver a tratarse en la siguiente sesión, ¿no?
¿Es que tenemos cara de tontos?  

¿Resulta plausible la explicación que ahora se pretende dar?

No. Y ello porque no hubo error. Lo que el Consejo Regional de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid resolvió ese día fue acorde con lo aconsejó para otros casos. En unos casos recomendaba la incoación y en otros la declaración de BIC. Y para el Albéniz aconsejó declararlo BIC.
Pero claro, no contaron con un detalle. Aquí la incoación, valga la repetición, ya estaba resuelta por orden de la justicia y lista para publicarse en el BOE (se terminó publicando el día 1º de marzo de 2013). Alicia Durántez de Irezábal lo sabe.

Ahora sólo les queda un camino: que no se conozca el acta  y para ello se nos da el argumento de que no es pública.
A ver: ¿con una flamante Ley de Transparencia nos van a decir nuestros queridos empleados de la Comunidad de Madrid que no podemos conocer lo que se opina sobre la declaración de BIC de un determinado bien?

Pues sí, lo dicen. Y sin inmutarse.

¿Cómo se explicará -en la versión que se nos pretende vender- que después de 7 años de juicio no se pidió opinión al Consejo Regional de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid?
"Se pidió", dirá un despistado. "No se pidió" dirá un listo. Y la verdad es que se pidió pero se dice que la opinión fue distinta a la que consideramos verdadera.

En fin, un caso detectivesco, casi.

¿Serán honestos los que ese día participaron de la reunión y contarán la verdad de lo sucedido?
Está por verse. Esperamos que sí, naturalmente.

Beltrán Gambier
Abogado pro bono de la Plataforma de Ayuda al Teatro Albéniz
Madrid, 17 de junio de 2014.










11.1.08

ADIOS A LOS MULTICINES MONOPOL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA


Por Alejandro Cabranes Rubio

A lo largo de la presente década muchos cines madrileños han cerrado sus puertas como el Tívoli, Benllure y tantos otros que omito. Tampoco es ningún secreto que algunos como el Avenida tienen los dias contados. Sin embargo, Madrid dispone de una infraestructura cultural muy superior a la de muchas ciudades del país, como es el caso de Las Palmas de Gran Canaria.


Habrá quién piense que allí no van a poder añorar esa oferta porque nunca se caracterizó por la abundancia. Pero resulta muy significativo que el Multicines Royal –situado cerca de la Plaza de la Feria-, y donde este servidor vio por primera vez una película de Tim Burton (Bitelchus para más señas y como dato significativo de la antigüedad del local), no programe más.


En otras palabras, a pesar de que esa cobertura fuera insuficiente en la capital de las islas canarias al menos existió, y durante un tiempo se tuvo la esperanza de que creciera.



En efecto a principios de los años noventa con la llegada de nuevas superficies (Las Arenas, La Ballena) al menos se duplicó el número de filmes que podían ver los ciudadanos. Aunque fuese en centros que representasen de alguna manera el incipiente paso de la globalización. Allí se exhibieron películas que recogían los parámetros del cine de consumo masivo (como Algo para recordar) y alguna rareza, muy relativa (todo hay que decirlo) como La boda de Muriel.Ese panorama se enriqueció más con la apertura de los Multicines Monopol casi a término de la Calle Triana. Nunca fue una apuesta radical como demuestra la exhibición allí de Ratatui, una cinta excepcional, muy superior a bastantes películas comerciales y -aunque a algunos le cueste admitirlo- a no pocas muestras de cine “pobre en presupuesto, pero (supuestamente) rico en ideas”. Pero se convirtió en la única sala con acceso a la versión original. Si llegaba a estrenarse alguna de Rohmer en Las Palmas, era allí.


Como sucede en Madrid, a veces esas propuestas sólo tenían de innovadoras e inteligentes la fama, que no su resolución. Pero -como ocurría también en Madrid- era evidente que se colaban títulos que de otra manera sólo serían recuperables con la edición del dvd (y si la distribuidora enviaba copia al Corte Inglés situado en Mesa y López), y que sí valían la pena. Las cintas comerciales (de todas las calidades). seguían disfrutando unos cauces de exhibición normalizados entre sus paredes. Todo eso se perderá, ya que sus dueños han anunciado su intención de vender el local.


No se trata ahora de reivindicar una programación “exquisita”, y equiparar a los Multicines Monopol con la última palabra en vanguardia en lo que a política cultural se refiere. Pero sí lamentar estos tiempos huracanados que arrasan con todo aquello que -hasta más o menos mi generación-valoraba mucho los ciudadanos. La posibilidad de mirar otras ventanas que no sean las que ofrece una pantalla de ordenador. La aventura de quedar para ver una película y comentarla entre todos a su término.




Ahora bien, tampoco somos representantes de esa pureza perdida, como demuestran las continuas descargas en la red. Quizás -como si fuésemos los protagonistas de una tragedia de Chéjov- nos hemos convertido en personajes que debido a su falta de compromiso con determinados ideales han colaborado más en la desertización de la ciudad. Nuestra ilusión ha dado paso al estallido de una tragedia cívica. Hay veces que esa ausencia de voluntarismo se ha traducido en el cierre de salas como el Cine Luna de Madrid, y que tras su desaparición han acarreado para los barrios donde se situaban el aumento de la conflictividad urbana.



No sé si nos merecemos lo que está ocurriendo, sobre todo cuando comportamientos escandalosos como los de todos los implicados en el Caso Albeniz (no deslegitimo una operación de conmra-venta, sino las circunstancias que la envolvieron y la conducta posterior a esta por parte de un grupo de personas superior a las dos partes interesadas en el acuerdo económico) no tienen en los medios la notoriedad que deberían. Tampoco desconozco si esa nueva generación va a tener mucho interés en un tipo de costumbres cada vez más románticas. Pero si sé que mañana se venderá los Multicines Monopol y pasado nuestra propia alma.
Los carteles de We Never Close se sustituirán por los de We Always Sell. Seguiremos cerrando.

5.10.07

ARTÍCULO DE DIEGO GALÁN HOY EN EL PAIS

Menos pantallas
DIEGO GALÁN 05/10/2007


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Los agoreros aseguran que se está acabando lo de ver películas en salas, mientras que otros, menos pesimistas, opinan que el problema reside en que hay demasiadas pantallas en España: el mercado está saturado, especialmente en las ciudades donde se da la tendencia de que los centros comerciales se amontonen en las mismas zonas, ofreciendo las mismas películas en sus carteleras. En Madrid, por ejemplo, quien no tenga la suerte de vivir en el centro está probablemente condenado a perderse muchísimas películas estupendas, ya que en otros barrios o en las afueras sólo se puede elegir entre media docena de títulos norteamericanos, aun cuando a tiro de piedra haya muchas más pantallas; pero todas proyectan lo mismo. Y en algunos casos ni eso: en Vallecas o en Carabanchel no hay cines, y tampoco en muchas ciudades a lo largo y ancho del país.

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Precisamente por esa aglomeración de salas, de las 4.300 pantallas existentes sobran al menos 1.500, al decir de los expertos. Hace seis años en Estados Unidos hicieron una operación con el fin de sanear la oferta, y parece que les va mejor desde entonces. En España también habrá pronto menos salas... si nadie lo remedia. La poderosa cadena Ábaco, con más de 450 pantallas y 1.200 empleados repartidos entre varias ciudades, ha anunciado suspensión de pagos. Justificación oficial: el descenso de espectadores y la presión ejercida por la piratería van arrinconando el consumo de películas en los cines. ¿Otras razones posibles? Que un porcentaje muy alto de Ábaco, el 82%, fue absorbido por la empresa de capital riesgo Mercapital, que echó igualmente el ojo a la cadena Cinebox: unos sesenta millones de euros invirtió en cada una, y los ingresos no han amortizado la inversión ni tienen pinta de hacerlo.

No hay exhibidor que no esté alarmado por el descenso de espectadores, y no sólo respecto al cine español, que es de lo único que se suele hablar. Las bajas cifras de los últimos estrenos norteamericanos han redoblado la inquietud. Ni Bruce Willis levanta cabeza. Y, sin embargo, aún hay románticos que se rebelan contra el cierre de los cines. El colectivo Salvemos a los Cines y Teatros de Madrid junto a otras organizaciones ciudadanas organizó ayer una protesta ante el Ministerio de Cultura "para concienciar a las administraciones públicas de su ineludible obligación de salvar y proteger el patrimonio histórico-cultural y detener la continua clausura de salas de cine en la ciudad". Un total de 17 salas se han cerrado en el centro de Madrid durante los últimos cuatro años, dicen que por la especulación inmobiliaria. Pero si hay que llegar hasta las 1.500 que dicen de los expertos, aún queda tela.

3.10.07

EL PERRO DEL HORTELANO


EL PERRO DEL HORTELANO
Ni come ni deja de comer

Cuando se anunció que el grupo Monteverde había adquirido el Teatro Albéniz para derrumbarlo y poner en su lugar un centro comercial más en el centro de Madrid (¡otro!), uno podría pensar que tal “ilustre” compañía, suculento ejemplo de la anti-decencia y la anti-cultura (a su magna obra en Marbella me remito), se comportase como el perro del hortelano. Ni comía ni dejaba comer. Mejor aún: se atiborraba con otros manjares (los de la especulación), sin catar los más suculentos y prohibiendo a la ciudadania seguir disfrutando del banquete. Determinados políticos y jueces salieron al encuentro de estos comensales de dinero, y colaboraron en su bacanal de corrupción ya fuese haciendo la vista gorda, favoreciendo la retirada de leyes que protegían el teatro, o desestimando jurídicamente su condición de bien cultural. Ellos no sólo no disfrutaban del lugar sino que lo rondaban, obstaculizando su acceso a él. En tales condiciones el hecho de que El perro del hortelano (Lawrence Boswell, 2007) sea precisamente la última obra de teatro allí representada (que no el último espectáculo) no puede resultar –al menos para mi- hasta paradójico.

Boswell, sin subrayar la contemporaneidad de la pieza de Lope de Vega, lo “único” que ha hecho es potenciar los aspectos ya apuntados allí (cf. los discursos sobre la relatividad del honor, el egoísmo), imprimiendo a la acción un ritmo muy diferente al que le confirió Pilar Miró en su película homónima. Los comportamientos de los sujetos allí retratados siguen estando allí bien visibles para el espectador. Diana (Blanca Oteyza en un registro opuesto al mostrado en su delicioso Diario de Adán y Eva) no puede evitar sentirse atraída por Teodoro, por más que no pueda casarse con él por cuestiones sociales. Este, interpretado por un extraordinario Ernesto Arias que expresa certeramente las dudas del personaje, se dirime entre su ambición amoroso (y social) de casarse con Diana, y la conformidad que le inspira su relación con Marcela (Lidia Otón, que, huelga decirlo, está tan bien como siempre). El Marqués Ricardo (Jesús Fuente) y el Conde Federico (Rodrigo Arribas) a pesar de contar de antemano con el rechazo de Diana no pueden permitir que esta se acerque a Teodoro. Como fábula moral, la obra de Lope soslaya el maniqueísmo al dotar a sus personajes de sus zonas oscuras y luminosas –sin que resulte forzado-, con un verso ágil, a pesar de que quizás esté peor estructurado que otras obras suyas menos conocidas (El arrogante español) Lawrence Boswell se beneficia de las características del original, construyendo un universo de conspiradores –como lo pueden ser todos aquellos que han dado su estocada final al Albeniz-, intereses creados y comportamientos insolidarios.

La puesta en escena es sencilla, pero a la vez efectiva. Para sugerir los sentimientos contradictorios de Diana hacia su amado, Boswell la hace pasear alrededor de Teodoro, tomándose sus pausas, envolviéndolo en sus estratagemas… Para reforzar su autoridad, la sitúa en primer término del escenario y en segundo a sus criadas dándole la espalda. Para insinuar su poder demiúrgico sobre los hechos, la muestra espiando situaciones que han tenido lugar como consecuencia de sus propios tejes-manejes, como la reconciliación entre Marcela y Teodoro con ayuda del criado Tristán (estupendo Óscar Zafra), quien simbólicamente se sitúa en medio de estos dos, acercando posturas… Para aislar a Marcela y Teodoro en sus alegrías y sin sabores, los abandona en un decorado exento que redunda en la soledad. Para distinguir grupos sociales, las composiciones en la tabla a veces se dividen en mitades, como ocurre hacia el final cuando Teodoro y Diana deciden casarse y sus criados quedan en el otro extremo del escenario. Para reforzar el carácter conspirador del Duque y Conde, Boswell proyecta sus sombras sobre las cortinas que delimitan el decorado…

La pieza se redondea con el concurso de los actores. A los ya mencionados Ernesto Arias, Blanca Otayza, Lidia Otón, Óscar Zafra, Rodrigo Arribas y Jesús Fuente, cabe sumarle la discreción y saber estar de las criadas que componen Alejandra Sánz y Elia Muñoz, el buen trabajo de César Sanchez, Luis Moreno y Chema Ruíz; y un Bruno Ciordia que tras su eficaz composición –para José María Flotats en La cena- de criado expectante ante el rumbo del devenir histórico de Francia vuelve a vestirse con serviciales trajes con gracia y buen recitado del verso. Y juntos nos dan de comer. ¿El Grupo Monteverde aprenderá de ellos? Alejandro Cabranes Rubio.

8.9.07

Un Enemigo del Pueblo








En el pasado agosto estuve en Buenos Aires. Volví a pasar por donde estuvo el legendario Teatro Odeón (ver imagen adjunta). Allí la lucha continúa: reclamamos que se cumpla la ley que prescribe que cuando se derriba un teatro debe construirse otro de características semejantes. Con la Fundación Poder Ciudadano iniciamos una acción judicial para que se fije un plazo a esa obligación. Fuimos exitosos en primera instancia. Esperamos la confirmación de esa sentencia. Mientras:17 años de incumplimiento por parte de las autoridades.

Invitado por Luis Brandoni que protagonizaba esos días la genial obra de Ibsen , “Un enemigo del pueblo”, concurrí al Teatro General San Martín de Buenos Aires para ver la obra. Antes me encontré con él en el bar La Paz para comentar los paralelos entre las causas del Odeón y del Albéniz. Le conté con detalles todo lo que habíamos hecho.

Mirada nuestra lucha desde lejos, parece condenada al éxito. ¡Qué causa más bonita la de defender un teatro de la demolición!

Y si recorremos nuestro blog y vemos las caras y las expresiones de todos los que apoyan esta causa también podemos ser optimistas.

Lamentablemente también me asalta, como en una pesadilla, la expresión convencida de Santiago Fisas, en el propio teatro Albéniz, diciéndome que nuestra causa no tiene remedio. ¿Un Enemigo del Pueblo?

Cierto es que después de ese mal momento presentamos el Recurso de Alzada cuya decisión todavía está pendiente de resolución. Y después queda el camino de la justicia contencioso administrativa.

Veremos qué pasa.

Beltrán Gambier

12.8.07

HOY EN EL PAÍS: JESÚS RUIZ MANTILLA RECUERDA LA CASA DE ALEIXANDRE Y EL TEATRO ALBÉNIZ



ALEIXANDRE NO ES ESCOMBRO
JESÚS RUIZ MANTILLA

Existen ciudades que respiran el poder de sus poetas en la calle. Su fuerza reside en el peso del aire. La caricia del tacto de su memoria marca sus calles y se les trata con reverencia. Sus versos no han acabado en el cubo de la basura. Pero hay otras en las que no. No suele ser culpa de las gentes que las habitan, aunque a veces compartan la responsabilidad del execrable olvido.

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Las hay que tienen la mala suerte de contar con gobernantes más preocupados por la inauguración permanente que por el difícil reto de echar la mirada atrás para marchar con cierta dignidad hacia adelante. Madrid es una de ellas. Uno de esos lugares en los que vale más levantar cuatro torres para tocar no se sabe qué cielos y donde por el contrario se condenan al olvido auténticos lugares mágicos de apenas dos o tres plantas. No tendrá más la casa que habitó Vicente Aleixandre. Sin embargo, no parece existir por parte de nadie una mínima voluntad de arreglo para conservarla.

Es cuestión de prioridades. Para llegar a un entendimiento bastaría con cambiar la importancia de la altura física por cierta altura moral y de miras. Aquella casa, cuentan quienes la conocieron, fue un milagro en tiempos duros. Años en los que para exprimir una gota de talento poético había que apretar duro y acudir a la luz encendida de lugares como aquél, donde todos los que demostraran un mínimo interés por la literatura eran bienvenidos. Para muchos, ese humilde caserón, en el límite entre la Ciudad Universitaria y la calle de Reina Victoria, fue todo un símbolo del exilio interior: el que vivió su dueño, ajeno al frío de un país donde nunca se encontró a gusto después de esa maldita guerra en la que algunos amigos murieron y otros partieron lejos.

Hoy, por azares del urbanismo, el auténtico sentido de todo en este paraje sujeto al poder eterno del ladrillo, se ha convertido en una parcela apetitosa. Pero la posibilidad de que se venda por un puñado de euros no quita para que en tiempos difíciles, estériles para el lirismo más hondo y transgresor, fuese habitada por un hombre que llevó a los límites estéticos y poéticos más arriesgados toda la intención renovadora de la Generación del 27. Sólo por eso debería ser tratada como un santuario.

No es caprichoso que Aleixandre consiguiera el Nobel de Literatura. Lo mereció con justicia. Lo que no merece de ninguna manera es el espectáculo de gobernantes y partes interesadas en no llegar a un acuerdo digno para convertir su casa, el espacio sagrado en el que un día reinó la belleza, en un lugar digno de su legado, en una sede donde se celebre en pura libertad todo aquello que le fue negado y costoso al poeta durante gran parte de su vida.

Pero pedir cordura y juicio en algo que tan sólo está al alcance y a merced de una sencilla decisión política, se antoja toda una utopía. Más en una ciudad, en la capital de un reino, donde en un periodo ridículo de tiempo, dos o tres años, han desaparecido espacios de referencia para la cultura. Del teatro Albéniz y el gran puñado de cines que se han reconvertido en tiendas de marca, droguerías y almacenes, ya no queda rastro. Empezamos a mirar a esos lugares y también a las librerías, las galerías de arte, a esos tugurios donde se ofrece creación, como verdaderas fortalezas ganadas al imbatible acoso de las chequeras.

Pero no debería ser así. No deberían asombrarnos tanto. Ya se ha perdido demasiado rastro de nuestra memoria artística para que nos resignemos a más. Las placas conmemorativas que amablemente coloca el Ayuntamiento o la SGAE en las fachadas de las casas donde habitaron artistas de toda condición no provocan ya más que sorpresa. Ayudan y están bien, pero no es suficiente: la memoria creativa de una ciudad no puede basarse en sellos que no van más allá de la anécdota.

Hemos arrojado a la basura demasiadas cosas importantes. No sigamos por ahí. Repetirlo produce hastío. No debería ser necesario ni recordarlo. Es más, en mi insobornable confianza en el género gestor, estoy seguro de que a alguien se le ha ocurrido ya, a estas alturas, una solución. ¿O van a pasar a la historia nuestras gloriosas administraciones, cualquiera de las tres -Ayuntamiento, Comunidad, Gobierno central- por mirar hacia otro lado? A lo mejor es que se conforman con que dentro de unos años, en la casa donde vivió nada más y nada menos que un silencioso y profundo premio Nobel, se pueda leer en la pared de otro edificio recién construido: "En este solar estuvo la casa donde vivió Vicente Aleixandre". ¿Será entonces cuando se les caiga la cara de vergüenza? Porque al resto se nos ha caído hace tiempo.

30.7.07

Benjamin Prado y el teatro Albéniz


BENJAMÍN PRADO
Desnúdate y salva la ciudad
BENJAMÍN PRADO, diario El País, 28/06/2007

Desde que había regresado al paraíso de su chica capicúa, Juan Urbano volvía a estar seguro de que si alguien le preguntaba cuáles eran las diez cosas que más le gustaban en el mundo, respondería que por lo menos la mitad de ellas son del tipo de las que se hacen sin la ropa puesta. Pero, mientras miraba el periódico, hace apenas unos instantes, sentado en un bar de la calle de Atocha, también estuvo seguro de que empezaban a cansarle esas representaciones artísticas tan a la moda que consisten en hacer que un montón de gente se desnude y se tumbe para ser fotografiada o filmada en un parque público, al lado de un puerto, en mitad de una carretera o sobre las tablas de un escenario, como acababa de ocurrir en el teatro Pradillo de Madrid, donde unas cuantas personas han respondido a la llamada de un pintor que les pedía que se bajasen las cremalleras en público, se desataran los cordones del pudor, dejaran caer la vergüenza al suelo y se pintaran unos a otros en nombre de la libertad y la tolerancia.

A Juan no es que le pareciese mal el montaje, ni mucho menos es que lo escandalizara, sino que, simplemente, lo encontró repetitivo y, si lo pensaba dos veces, hasta un poco retórico: a fin de cuentas, en España hay muchas playas nudistas y los veraneantes se tumban cada día al sol con la piel como único argumento y sin necesidad de tener que reivindicar nada. O sea, que esa isla ya está descubierta.

Es que a veces a lo mejor ocurre que se invocan derechos que ya existen y se demandan conquistas que ya se han hecho, mientras que otros asuntos más preocupantes siguen sin solución. Por ejemplo, no hace falta ni cambiar de mundo para ver que en Madrid sigue habiendo otro teatro, el Albéniz, que continúa en peligro. Porque se han hecho muchos discursos desde el Gobierno autonómico y la alcaldía, pero hasta ahora no hay nada ni nadie que garantice que el edificio se vaya a declarar, como sería lógico y han exigido cientos de personalidades del mundo de la cultura y la política, bien de interés cultural, con lo que su derribo resultaría imposible. Al contrario, los portavoces de la Plataforma de Ayuda al Teatro Albéniz irán esta misma semana a la sede de la Unesco en la capital para volver a hacer esa reclamación y evitar que el inmueble sea demolido a finales de año y se convierta en otro bloque de pisos, como por lo visto planean sus dueños.

Qué duro, ver cómo hay representantes públicos que se dedican a privatizar hasta la memoria de las ciudades, transformando la cultura de todos en un negocio para algunos y haciendo desaparecer uno tras otro sus lugares emblemáticos: ayer la pagoda de Miguel Fisac, hoy el teatro Albéniz, mañana la casa del premio Nobel de literatura Vicente Aleixandre... Qué bárbaro, ¿es que en Madrid la palabra cultura siempre va a tener que decirse a gritos, para hacerse oír por encima de los motores de las excavadoras?

Juan Urbano se hizo esa pregunta a sí mismo y luego se preguntó por qué será que a algunos políticos se les llama conservadores cuando su trabajo consiste, precisamente, en no conservar nada, en someter a la dictadura de las hormigoneras, las tuneladoras y los martillos neumáticos cualquier metro cuadrado de lo que sea que se les ponga por delante. Si hasta se han inventado esa extraña palabra, recalificar, que es a la vez una aberración de la gramática y de las matemáticas: recalificar es un verbo imposible y una operación sospechosa que consiste en sumar millones a base de multiplicarlo todo por cero. Que raro.

Ojalá que la visita de los miembros de la Plataforma de Ayuda al Teatro Albéniz puedan sacar algo de su visita a la Unesco, aunque sería mucho mejor que los recibieran en la Comunidad o el Ayuntamiento y alguien les pudiese garantizar que el expolio que sufren nuestra Historia y nuestra cultura va a terminar. Sería un modo extraordinario de empezar sus legislaturas, salvando del infierno de la especulación inmobiliaria primero el Albéniz y después la casa de Aleixandre. Ése es el camino por que tienen que ir los lugares que no quieren ser nada más que un sitio que ya no es él, aunque conserve su nombre. O igual era mejor quitarse la ropa en la Puerta del Sol y pedírselo a las autoridades desnudos.