Las últimas funciones

Autores: Daniel López García-Basteiro y Laura Casielles

Artículo sacado de su Blog personal Porsilasmoscas.net


Sepan aquellos que no estén al corriente,
que el Roxy, de que estoy hablando, fue
un cine de reestreno preferente
que iluminaba la Plaza Lesseps (…)

Todas las últimas funciones son tristes. Cuando se cierra una sala de cine, un bar de la esquina, un teatro, nos aturde una bofetada de tiempo. Es en cierto modo una muerte. Resulta inevitable la angustia de perder de repente el asiento para muchas palabras, mucho pasado, algunas personas. Se acerca la imagen de la gente que sale, bajado el telón, y no puede hacer más que irse en silencio. Parece que los fantasmas se pongan en guardia para reivindicar las cosas que pasaron en ese sitio.
Puede ocurrir que, si cierran el bar, si Sabina regresa al verano siguiente ya no haya modo de acabar las cuestiones pendientes.




A veces, es sólo cosa de los años. Los bares pasan de moda, los teatros entran en quiebra, las grietas llenan la fachada de los cines de pueblos a los que no acaban de llegar los estrenos. Cinema Paradiso. Luna de Avellaneda.
Pero, otras veces, más que el tiempo son los tiempos. Con esa impunidad que derrumba los palacios y enfrenta a todas las conciencias amantes de las historias al imperio de los Cinebox, se van llenando de edificios de oficinas antiguos parques, y de centros comerciales lo que alguna vez fueron teatros. Las ciudades de provincias sufren especialmente este mal que tiene tanto de modernidad y tan poco de progreso, pero no son las únicas. Poco a poco se confirma que los viejos templos no son respetados casi nunca.



El teatro Albéniz es blanco, con cristaleras encima y debajo de los enormes carteles que anuncian a Els Joglars, al Cigala, a Víctor Ullate. Como hace esquina, es estrecho, y por eso el anfiteatro tiene más de vertical que de grada. Las escaleras para llegar al sitio que corresponda son muy empinadas. Lo bueno de eso es que siempre se ve bien, aunque haya altos delante; y la sensación de escaparate, de tener tan delante el espectáculo, tan ahí. Estrechito, sí, como una caja de cerillas con escena en medio, con un punto de vértigo al echarse hacia adelante para ver mejor.
Abrió en 1945, y fue ampliando poco a poco su oferta de sólo ópera y ballet a todo arte que quisiera pisarlo. Así pasaron por allí Chavela y Carmen Maura, el Gran Wyoming, Saramago, Paco Rabal y Alicia Alonso, Tete Montoliú, John Cage.Está muy cerca de Sol. Muy cerca de los Ideal y de lo que era un bar que también nos cerraron, “El Olibo”, donde servían rápido y sonaba música de sitios lejanos.
En su ambigú toma cubatas Serrat con Victor Manuel.



Pero, con todo, correrá es misma suerte que se ha ido llevando por delante a tantos otros. Tendrán que revolverse sus fantasmas.

El último Plan General de Ordenación Urbana de Madrid lo dejaba bien salvaguardado, sin embargo. Edificio protegido tipo 1, o algo así. Pero la pela es la pela, y sus dueños, cuando se les ofreció una buena suma –en un plan de esos que demole de una vez una manzana y edifica sobre sus ruinas sin ton ni son- recurrieron todo lo que hizo falta hasta tener la sentencia que permitiera venderlo. Y la sentencia fue de muerte: si todas las voces que se están levantando no pueden más que el negocio, Se ha creado un blog para luchar contra ese cierre. Mucha gente, mucho famoseo, aparece por allí, pero no vale dejarse amedrentar: todas las firmas cuentan lo mismo.
Yo tengo mis propios recuerdos en el Álbeniz. Un par de noches memorables. Pero si no fuera ahí, sería en el Real o los Verdi, en Café Gijón o en las filas del Jovellanos. No importa la butaca: todas las últimas funciones son igual de tristes.
Lo ponen fácil, un modelo de carta que mandar a dos direcciones. Es, realmente, un momento poner un granito de arena para que no se queden sin asiento las historias:


albenizteatro@mixmail.com

(…) Así que no se espante amigo
si esperando el autobús
le pide fuego George Raft.
Son los fantasmas del Roxy
que nos nos dejan en paz.

[Los fantasmas del Roxy, Serrat]