20.5.06

Beltrán cuenta una historia - El desaparecido Teatro Odeón de Buenos Aires




Hola Eva, hola Berta:
Yo también estoy aquí, en la lucha.
Va este texto que explica mi afán por esta causa y que muestra otras facetas de nuestra labor.
Un abrazo,
Beltrán

Que no le ocurra al teatro Albéniz de Madrid lo que le ocurrió al teatro Odeón de Buenos Aires

Por Beltrán Gambier

En el teatro Odeón se proyectó la primera película de cine en Argentina en el año 1896, muy poco tiempo después de que el cine irrumpiera, como nueva expresión cultural, en París. Durante todo el siglo XX fue testigo de las más importantes expresiones culturales del teatro, la danza y la música. El exilio español en América tuvo allí una gran manifestante: allí se presentó Margarita Xirgú con "Doña Rosita la Soltera" y al agradecer al público los aplausos aludió en forma vibrante y emotiva a Federico García Lorca, recientemente asesinado en ese momento. Allí interpretó, también, “Bodas de Sangre”.
Y el mismo año en el que se levantaba el teatro Albéniz de Madrid (1945) Andrés Segovia dio un concierto de guitarra en el Odeón y Margarita estrenó en el teatro Avenida de Buenos Aires “La casa de Bernarda Alba”.
Por su valor histórico y cultural se decidió la protección del edificio del teatro Odeón, pero más tarde, lamentablemente, las autoridades cambiaron de opinión. Con ese afán que ahora combatimos dejaron sin efecto esa protección y autorizaron su demolición. Una tragedia cultural. Los propietarios asumieron el compromiso de de construir allí un nuevo teatro en cumplimiento de una ley todavía vigente en la Argentina que obliga a construir un teatro allí donde se demuela uno. España tuvo una ley similar, me dicen. ¿Dónde está?
Pasaron los años y los propietarios no cumplieron nunca su promesa, hasta el día de hoy. Es más, las autoridades públicas argentinas en un momento dado, entre gallos y mediasnoches, liberaron al propietario de la obligación de construir el teatro.
Eso hubiera permitido una segunda tragedia cultural como la que ahora tratamos de evitar oponiéndonos a la demolición del Albéniz. Se tenía previsto construir allí un centro comercial. Como aquí. Como ciudadano y en defensa del patrimonio cultural promoví una acción de amparo que impidió ese objetivo. Conté para ello con la adhesión del Defensor del Pueblo, de la Asociación Argentina de Actores y de amplios sectores de la cultura.
Procuro volcar ahora, ya radicado en España, toda esa experiencia en beneficio de la causa del teatro Albéniz. Y la mayor enseñanza es que en los tiempos de crisis, como los que hoy vive el teatro que defendemos, todo esfuerzo se justifica para impedir la interrupción de la actividad teatral que allí se desarrolla.
El triste testimonio que nos brindan las salas transformadas en discotecas o restaurantes (¡teatro Eslava!, ¡teatro Beatriz!, ¡teatro Barceló!) o que están cerradas en estado de abandono, como el ex teatro Arniche, luego cine Bogart, es suficientemente elocuente para impulsar esta lucha cívica.
El otro día, luego del estreno de “Memorias de Adriano” en el Albéniz, la actriz Teresa del Olmo se preguntaba si llegaría el día en que esas salas vuelvan a sus usos originarios…y la actriz Mónica Cano expresaba: no he vuelto a pisar esos sitios. Por conducta cívica y por razones de decoro, que existen.

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