Entrevista exclusiva al “salvador” del Albéniz
16 Enero 2013Ir a la entrevista original
Beltrán Gambier, conocido abogado y gestor cultural, experto en asuntos de patrimonio, acaba de ganar en el TS el juicio por el teatro Albéniz, contencioso que lleva de manera pro bono y que ilustra su compromiso férreo en defensa de la rentabilidad social de la Cultura. CiviNova le entrevista en exclusiva.
¿Qué alcance tiene este pronunciamiento del Tribunal Supremo en relación a la preservación del teatro Albéniz?
Yo diría, para empezar,
que tiene una gran fuerza moral. Esta sentencia del Supremo y la
precedente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de 2011, que es
la más importante, demuestran que cuando los ciudadanos no claudican en
la defensa de causas nobles y culturales, como esta, tienen el
reconocimiento de la justicia. Es un triunfo de todas las personas que
apoyan a la Plataforma de Ayuda al Teatro Albéniz.
¿No es tardía la sentencia?
No. Llega a tiempo. Y
en un tiempo en que una buena noticia cultural se valora todavía más. El
teatro Albéniz permanece cerrado, lo que es muy lamentable, pero con
esta sentencia y sus consecuencias, queda preservado de momento.
¿Nos puede dar más detalles de cómo fue este largo proceso judicial?
Claro. Encantado. Todo
empezó en 2006 cuando nos enteramos que el teatro Albéniz corría riesgos
de ser demolido. En ese momento conocí a Eva Aladro Vico, hija de
Teresa Vico, antigua directora del teatro en sus tiempos de esplendor, y
con otras personas dimos vida a la Plataforma de Ayuda al Teatro
Albéniz. A este colectivo se sumó muchísima gente de la cultura –en
especial del mundo de la escena- y miles de ciudadanos. Hicimos varias
manifestaciones públicas que tuvieron muy buena repercusión mediática
pero, en lo esencial, pedimos que se iniciara el trámite para la
Declaración de Interés Cultural del Albéniz. Topamos, hacia junio de
2007, con la negativa del entonces Director General de Patrimonio
Histórico, José Luis Martínez-Almeida, un acto del que no debiera
sentirse orgulloso. Unos meses después fue el entonces Consejero de
Cultura de la Comunidad de Madrid, Santiago Fisas, quien confirmó lo
decidido por Martínez-Almeida al rechazar nuestro recurso de alzada.
Contra este último acto fue que interpusimos recurso contencioso
administrativo ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, el que
demolió en junio de 2011 la pobre y dogmática argumentación de Fisas y
ordenó la apertura del trámite para preservar al teatro Albéniz.
¿Fue la Plataforma la que inició el juicio?
No. La Plataforma
apoyó, pero fuimos Eva Aladro y yo quienes tomamos parte procesal en el
juicio. No está prevista la legitimación procesal para colectivos
informales. Yo además, actué como letrado. Y lo hice pro bono, como lo
hicieron, también, los dos procuradores que nos ayudaron. Primero
Mercedes Albi y luego Javier Fraile.
¿Por qué ahora el tema recobra importancia?
Lo explico. Contra la
sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de 2011
interpusieron el último recurso disponible los dueños del teatro. Al
perderlo en el Tribunal Supremo, debe ejecutarse la sentencia. Y ello
consiste, precisamente, en iniciar el trámite para la declaración de
Bien de Interés Cultural. El sólo inicio trae aparejada la protección
cautelar mientras se sustancia el expediente.
¿Quiere decir esto que el teatro Albéniz está definitivamente protegido?
No. Ahora tienen que
producirse una serie de informes técnicos vinculados con la importancia
del hecho cultural que supuso la programación del teatro Albéniz en los
últimos 30 años de vida. Y luego de ello tiene que decidirse si se lo
declara o no Bien de Interés Cultural.
¿Qué sucede en Madrid con la protección del patrimonio cultural?
Ocurren verdaderos
desatinos. Me resultó aberrante, por ejemplo, que llamaran a concurso
para la explotación de la terraza del mítico Café Gijón. Pudo haber
ocurrido que la explotación fuera adjudicada a una empresa distinta, con
el riesgo que eso suponía para la viabilidad del negocio, que es una
unidad.
Otro caso que llamó mi
atención fue el de cartel del Tío Pepe. Si no fuera por el clamor en las
redes, otro pudo haber sido el final para este icono paisajístico de
Madrid. Ahora se ha informado que quedará instalado en un edificio en
la misma Puerta del Sol, propiedad de El Corte Inglés. Me parece bien.
El colmo de lo que para
mi supone una mala administración vinculado con las industrias
culturales y la preservación de las fachadas es lo ocurrido con la
galería de Oliva Arauna. Se la han clausurado el año pasado, al parecer,
por no respetar la fachada original del edificio. Soy un asiduo
concurrente a esa galería y conozco el prestigio y la trayectoria de la
galerista. No conozco los detalles del expediente, pero basta acercarse y
ver la estupenda estética de la fachada -que recuerda el mejor estilo
del Soho de Nueva York- que sintoniza bien con el resto del edificio,
para darse cuenta de la rigidez administrativa que se ha evidenciado.
Con solo recorrer la calle y ver lo ocurrido con otras fachadas uno
piensa: ¿dónde estamos?
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