Noticia publicada hoy en el diario La Nación de Buenos Aires
Ciudades de pobres corazones son aquellas que destruyen lo que las hacen dignas, las que demuelen lo que las hace sentirse orgullosas de sus gestas, de sus símbolos, de aquello que les otorga identidad........................................................................................
Motivados seguramente por sentimientos muy próximos es que en casi cuestión de horas, anteayer por la tarde, se organizó en la puerta del teatro del Picadero un acto de protesta al cual acudieron unas 250 personas -entre vecinos, actores, gente de la cultura y miembros de la ONG Basta de Demoler- para hacer pública su indignación por la inminente destrucción de la sala en la que se desarrolló la demostración teatral más contundente en contra de la última dictadura militar. Aquello se llamó Teatro Abierto. Lo que sucede hoy parece llamarse especulación inmobiliaria e indiferencia por parte del Estado. Muchas de las caras que se concentraron en la puerta de la sala ubicada en el pasaje Enrique Santos Discépolo (ex Rauch) fueron algunos de los que protagonizaron Teatro Abierto, en 1981. Y como en aquella oportunidad, esta vez volvieron a levantar la voz de protesta. Por eso allí estuvieron Cipe Lincovsky, Roberto Mosca, Mirta Busnelli, Pacho O Donnell, Graciela Araujo, Roberto Cossa, Hugo Urquijo, Graciela Duffau, Antonio Birabent, Virginia Lago, Franciso Javier, Roberto Castro, Norberto Gonzalo y Carlos Gorostiza, entre tantos otros, que se pararon frente a los carteles de una obra, cuyo terreno incluye al lote que da hasta la avenida Corrientes. Durante el acto, la organización anunció la presentación de un recurso de amparo con el objetivo de detener la destrucción de un proyecto que parece desconocer los valores patrimoniales y de significación histórica del lugar. Basta de Demoler es una iniciativa de un grupo de vecinos que lucha por la conservación del patrimonio arquitectónico de Buenos Aires. Fueron los mismos que denunciaron la destrucción de un petit-hotel . En este contexto, parece ser que ahora le toca el turno a un teatro (como ya ocurrió con el Odeón). Claro que las salas están protegidas (o deberían estarlo) por la ley 14.800. Esa norma es la que dispuso que si se planea construir en un terreno donde había un teatro, se debía construir otro de similares características. "Estamos vigilando que se cumpla dicha ley -apuntó Santiago Pusso, de Basta de Demolición, a LA NACION-. Por ahora, parece ser que el proyectista, el arquitecto Mario Roberto Alvarez, está haciendo caso omiso a lo que dice dicha norma. Hemos intentado tomar contacto con él, pero no nos atiende." Como lo señaló Busnelli, paradójicamente el arquitecto Alvarez es el mismo que construyó el Teatro San Martín y el sector incendiado del Cervantes. La memoria, en jaque Basta de Demoler está pidiendo al gobierno porteño que se preserve la fachada, en función de su valor arquitectónico y por su carácter emblemático para la actividad teatral, y que construyan una sala similar a la que funcionó en otros tiempos. "A este teatro sólo lo defendemos por presión de los vecinos, de los actores y de la gente de la cultura, porque la especulación inmobiliaria no repara en estas cosas", agregó Pusso. Paralelamente, Héctor Bidonde, quien acaba de dejar su cargo como legislador porteño, presentó el miércoles una declaración ante sus pares que dice que "demoler al Picadero constituiría un atentado cultural". Bidonde, presente en el acto, contó que dicho informe fue votado en la legislatura al otro día por unanimidad. "Para construir, no hace falta demoler" fue otra de las consignas que se hicieron oír. "Teatro Abierto forma parte de nuestro pasado y al pasado hay que mostrarlo, hay que amarlo", apuntó Villanueva Cosse. Si bien la convocatoria contó con una nutrida presencia de la comunidad teatral, no asistió ningún funcionario del gobierno porteño (sea saliente o entrante). A lo sumo, el único que estuvo allí fue Gustavo López, actual presidente del Sistema Nacional de Medios Públicos. El Picadero nació en julio de 1980. Sobre un edificio de una antigua fábrica de bujías diseñado en 1926, los nuevos propietarios tomaron como idea principal la de una carpa de circo. Por su espíritu vocacional e independiente en 1981 fue elegido como sede del ciclo Teatro Abierto, la más contundente manifestación teatral contra la dictadura. Pero la respuesta del aparato opresor no tardó en hacerse oír. El 6 de agosto de ese año tres bombas incendiarias destruyeron por completo a la sala. Rápidamente, Carlos Rottemberg ofreció trasladar la movida al Tabarís. Allí el ciclo pudo continuar alcanzando una repercusión insospechada. Y se convirtió en hito, en marca, en señal de referencia. Lázaro Droznes alquiló la sala en 1986 e instaló allí un estudio de televisión. Adquirió el Picadero, en 1991, y en julio de 2001, la sala reabrió bajo la dirección artística de Hugo Midón. Con un acto que contó con la presencia de funcionarios y teatristas fue una noche de fiesta, recuerdos y homenajes. Pero esa gestión fue un fracaso y la sala cerró al poco tiempo. Desde hace años, el Picadero estuvo cerrado hasta que lo vendieron. Un día, no hace mucho, alguien avisó a la gente de Basta de Demoler que había un cartel de demolición. Y se armó la rueda: fulano llamo a mengano, mengano presentó un recurso de amparo, mientras otro escribía una gacetilla de prensa y otro hacía más llamados y otro presentaba un declaración en la Legislatura y otro escribía unas líneas en un diario y otro prendía un grabador y otro enviaba más e-mails. Así se armó la cadena y el susurro se convirtió en grito: ¿alguien escuchará? Mientras tanto, una duda circulaba la noche del viernes: ¿quién hará cumplir la ley? Alejandro Cruz
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