22.1.07

POR UN ARTE QUE NO SE REPETIRÁ...

POR UN ARTE QUE NO SE REPITIRÁ
Por Alejandro Cabranes Rubio

En su anunciada última temporada, el Teatro Albeniz ha vuelto a demostrar su capacidad para atraer a diverso público –desacreditando cualquier argumento a favor de su demolición por motivos económicos- con obras teatrales inquietas, cuidadas de una gran calidad escenográficamente. Hoy recordamos dos de ellas, Cuento de invierno y El mágico prodigioso. La primera una alegoría como las malas conductas y la desidia hiela nuestros corazones y congela las cosas que valen la pena vivir, y cuyo despertar sólo será posible a través de un arrepentimiento o la derrota de la maldad. Esperemos que el propio Albéniz conozca el mismo final de los personajes que ha acogido en su seno; no así con los que protagonizan la segunda pieza en la que el sabio Cipriano termina venciendo al diablo tras ser tentado por él mismo… Dentro de ese infierno de especulación e intereses económicos y políticos, un teatro sigue albergando funciones memorables. Sin más dilaciones, dos análisis detenidos sobre las mismas:

A) CUENTO DE INVIERNO

Hay veces que la elección de una música en una obra de teatro ayuda a definir notablemente el sentido que sus máximos responsables han querido conferir en el montaje. Este Cuento de invierno, mimosamente orquestado por Magüi Mira, hace del Vals brillante de Verdi que el gran Nino Rota seleccionara para la música de El gatopardo (Luchino Visconti, 1964) su leit motiv. El carácter circular de la pieza –por su estructura sinfónica y modo de baile- dota a Cuento de invierno de un aire, como diría José María Latorre, meridional trasladándonos a una Sicilia decimonónica alejada del original; reverberando nuevos de aires de la modernidad que impulsó la revolución italiana, anunciando la llegada nuevos tiempos tras el fin de otros más tristes… El sonido de las notas subraya incluso la circularidad de la historia marcando su aire festivo al inicio y el final, y convirtiéndose en un amargo contrapunto en momentos puntuales como en el que el Primer Ministro (Camilo: estupendo Isidro Rodríguez) ha de asumir las órdenes del rey Leontes (Will Keen defendiendo con notable propiedad un personaje en una lengua que no es la suya) de matar al Rey de Bohemia (Políxenes: eficaz Jaime Linares)…

Esa ambigüedad en el empleo de la música sintetiza muy bien el enfoque de Mira sobre la obra, una historia triste y alegre al mismo tiempo. La historia de una princesa (Hermiona: una Lucía Jiménez que demuestra su madurez interpretativa) acusada injustamente por su marido de adulterio con el rey de Bohemia, y que fallece al enterarse de la noticia de la muerte de su hijo Mamilio (Carolina Lapausa), enfermo de tristeza. El cuento sobre cómo la supervivencia del bebé que ella esperaba en aquel momento posibilitó la reconciliación entre la nueva generación y la anterior, plenamente arrepentida de sus errores. Un relato, como La tempestad que dirigió hace unos meses Lluis Pascual, sobre el perdón como nueva base de la vida. Una pieza alegre. ¿O tal vez no? Magui Mirá señala que Cuento de invierno es triste porque ningún hombre maltratador se arrepiente de nada, las niñas abandonadas no se salvan y las mujeres asesinadas no resucitan. Como en el montaje del Teatro Lliure sobre Otelo los celos y la injuria calcinan todos los elementos que hacen hermosos la vida de unos personajes, allí atrapados por las corrientes marinas; en esta ocasión helados por la nieve invernal que cae sobre sus cabezas.

Cuento de invierno (2007) atesora una escenografía que potencia esa dualidad genérica, que logra contraponer actitudes humanas en un hermoso cuento moral (que no moralista) de un mundo convulso en el que una bicicleta se convierte en el símbolo de un tiempo suspendido; y en el que los personajes sufren grandes alteraciones mientras aquellos que están a su alrededor permanecen inmóviles. Ya en la primera escena un único foco sacude al príncipe intentando contar su historia, para acto seguido ser iluminado con otro color. Los tiempos que vivió Verdi y que recreó Rota transformaron radicalmente la sociedad occidental, viajando de la penumbra y el oscurantismo a la luminosidad. En ese sentido no sorprende que cuando el rey erróneamente siente celos, toda la corta esté a espaldas de él excepto su hijo, dolorido al contemplar tales infamias. O que cuando Hermiona es sometida a juicio un halo rojizo bañe el escenario mientras los focos le ciegan la auténtica visión de las cosas. O que cuando el Médico (sensacional Julio Salvi) le presenta a la niña recién nacida, los focos que iluminan al doctor y al monarca mantengan una actitud independiente, propia de quienes tienes enfoques irreconciliables. Como también sucede mientras Mamilio está en el regazo de su madre mientras en el segundo término visual el rey ordena la detención de su mujer: la jerarquía escenográfica anuncia la destrucción de los buenos recuerdos por las malas acciones…

El Príncipe Leontes, como el Fabricio de la excepcional novela de Lampedusa y la no menos extraordinaria cinta de Visconti, se debe quedar a solas con sus fantasmas, en su panteón en el que puede vislumbrar su propia muerte. Pero si a pesar que como en aquella ocasión todo cambia para que todo siga igual, Leontes puede recomponer su vida: de hecho cuando su hija Perdita (Lucia Jiménez) y su prometido, el príncipe de Bohemia (Antígono: estupendo Jordi Brunet) le visitan un halo blanco preludia escenográficamente el regreso del color a su entristecido palacio. Esa nueva luz le hará resucitar el deseo de quitarse la venda de sus ojos mientras la sala resplandece nuevamente, invitándonos a bailar este gozoso vals.

B) EL MÁGICO PRODIGIOSO

Escrita por Pedro Calderón de la Barca en 1637, El mágico prodigioso se adhiere a un tipo de teatro de componente fantástico. La historia de Cipriano, enamorado de Justina, se ve salpicada por la actuación de un diablo que pretende simular ante todos la pérdida de virtud de la dama y de paso alargar su fúnebre manto. Cipriano vende su alma a Belcebú en los tiempos en los que Gustavo Adolfo de Suecia había perecido en Leipzig y la entrada en combate de Francia precipita a las Coronas de Castilla y Aragón al desastre. La Fronda en el país vecino, las revueltas de 1640, la decapitación de Carlos de Inglaterra estaban a la vuelta de la esquina cuando Calderón escribió esta obra sobrenatural. La injuria, las apetencias que enemistan a quienes se consideran así mismo hermanos, la intolerancia, la lucha del hombre contra sus propios deseos desatan en El mágico prodigioso un trozo de arte pletórico de fuerza y en el que sólo la muerte nos puede arropar en un mundo mejor, menos turbulento.

Si el texto en el marco del reinado de Felipe IV reflejaba una visión fiel de un universo en descomposición que pronto albergaría la redacción del Leviatán y con ello el fin de la sociedad corporativa, en la actualidad todavía tiene mucho que decirnos. De la misma manera que El mágico prodigioso vaticina el último acto de la política del Conde Duque de Olivares y de la vida de representantes del pasado como Richelieu, su representación en 2006 constata la descomposición de un sistema de creencias y de un mundo que no se para ante nada para lograr la consecución de cualquier mezquina obsesión: el aprovisionamiento de petróleo, la puesta en marcha de la yihad. La obra presenta a una sociedad a la que no le importa verter sangre y que actúa bajo el influjo de un infierno cuyas llamas iluminan nuestros actos violentos, destructores. …Comportamientos que quiebran la posibilidad de construir una realidad más próspera, armoniosa. Si Tomaz Pandur en su adaptación de la Divina Comedia plasmaba en una pantalla los desastres engendrados por una humanidad capaz también de fabricar cosas bellas, El mágico prodigioso no precisa materializar la destrucción para nadar en ella.

La escenografía de Juan Carlos Pérez de la Fuente barroca y a la vez muy expresiva moldea el desasosiego, dudas internas y destabilidad en la que se hallan inmersos los personajes y el público. Un decorado en permanente composición y descomposición, la discontinua creación y desaparición de espacios y términos visuales, y la alternancia de sonidos naturalistas con los ruidos que emergen de las tinieblas vehículan la desarticulación de una sociedad a punto de estrellarse contra el abismo. …Precipicio moral que Pérez de la Fuente sugiere con una imagen poderosa: Cipriano tumbado en la postura de un condenado crucificado al que el Diablo masajea con sus tentadores pies… La niebla nubla su alma, el azufre penetra en su cuerpo y la voluntad cede por la magia de una puesta escena de asombrosa plasticidad, gracias a la cual Satán atrapa con sus vestiduras literalmente a todas las criaturas a su alcance.

Los intérpretes están a la altura de las circunstancias. Beatriz Arguello compone un Diablo insinuante, magnífico por intrigante. Jacobo Dicenta pasa de la serenidad al horror en una interpretación digna de alabanza. Cristina Pons, Manuel Aguilar, Jorge Basanta (en sustitución de Leandro Rivera), Alejandra Caparros, Sergio de Frutos, Luis Carlos de Lombana, Rodrigo Poisón, Israel Ruiz, Nicolás Vega y Xabier Elorriaga los acompañan con enorme dignidad. Y de esta manera, como en 1637, El mágico prodigioso se proclama como un poderoso espectáculo y con su desaliento nos enfrenta al fin de una era. Como la que se cerró en Westfalia.

A FORMA DE CONCLUSIÓN

Dos piezas sobre tiempos en procesos de cambio, de desintegración de paraísos felices, regados con la sangre de inocentes cuyas apetencias les conducen a la barbarie e infelicidad. El Albéniz será su próxima víctima por culpa de los celos de aquellos que temen el poder de la cultura como agitador de las conciencias, y en cuyas venas reside el mismo diablo que se personase ante Cipriano. Esperemos que como éste y el Rey del Cuento de invierno recapaciten sobre sus actos, sin curarse en salud con soluciones consoladoras.

1 comment:

Fedush said...

Yo metería en la cárcel a todos los responsables de cultura. Teatros emblemáticos como el Albeniz de Madrid se van a cerrar. En Málaga sucede igual. Esto es verdaderamente increíble. Dentro de poco inicaré una iniciativa en favor de la reapertura de los cines y teatros legendarios. Estoy harto de los centros comerciales.
Solo un tango de Piazzola hace latir mi corazon. Si te gusta mi blog, vótame en “Actualidad” para los Premios 20 Blogs: http://fedush.blogspot.com/ . Un saludo