La economía de libre mercado y la supremacía de los intereses privados sobre los públicos es lo que tiene. Hoy te acorralan un lince ibérico, mañana te talan centenares de árboles y pasado te dinamitan un teatro. Todo sea inmolado en el altar del negocio del ladrillo y el asfalto y de los intereses políticos que los representan. Si hablamos de Cultura hay quienes todavía se echan mano, metafóricamente hablando, a la pistola (¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!).
Algún día irán a por el Parque del Retiro y quedará el pobre Alfonso XII triste y solo, rodeado por miles de adosados. Pero no adelantemos acontecimientos. De momento salvemos al Teatro Albéniz de la voracidad de los intereses inmobiliarios, que no tienen patria, ni nación, ni realidad nacional, ni siquiera comunidad autónoma
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