19.5.06

Joaquín Pérez Azaustre, Diario La Razon con el Albéniz




Hay una relación silente y natural, que se vuelve cor-
pórea y se acrecienta, entre los lectores de un periódico y el
periódico mismo: las Cartas al Director. Hace pocos-días, se publicó
una misiva firmada por Eva Aladro Vico, a propósito del cierre
del madrileño Teatro Albéniz. Era un texto de belleza contenida y
también de extrañamiento, porque resulta difícil comprender que el
propietario del Albéniz haya decidido venderlo a una gestora inmo-
biliaria, por mucho que se tenga previsto para el mismo día de la
demolición la inauguración de un nuevo teatro para los madrileños.
Una frase en especial llamaba la atención: que para abrir un nuevo
teatro haya que cerrar otro. Funciona así casi a todos los niveles. La
cultura, la diosa cultura, sólo sirve a la clase política para cargarse de
laureles, de ese prestigio decadente, institucional también, que pare-
ce tener la cosa artística cuando los políticos se la ponen en la boca. Sin
embargo, hay empresas que no sobreviven sin apoyo, que nunca
son posibles sin apoyo, y es ahí, en la verdadera lucha, cuando los po-
líticos deberían subirse al carro dela cultura joven, que es la cultura real,
la que se hace. Que una vida de veinte años, camino ya de hacerse
en la leyenda, vaya a reducirse a unos escombros, es una tristeza
superior a la progresiva desaparición de cines en la Gran Vía. Todo
desaparece, todo se abandona a la especulación remunerada.
Hay cosas, afortunadamente,que no pueden pagarse con dinero.
No conozco a Eva Aladro Vico,pero hace mes y medio tuve oca-
sión de ver, en Bruselas, Bodas desangre. La tragedia lorquiana, en su
versión moderna más coral -cadaactor era un idioma, una tradición
distinta y encontrada-, estaba protagonizada por Eduardo Aladro
Vico, que imagino hermano de la anterior, no sólo por los apellidos,
sino también por el compromiso dramatúrgico. Ahora, su hermana
escribe a La Razón para denunciar no la venta, que es perfectamente
legal, sino que la venta sea posible.Es más una declaración de tristeza
que una denuncia, porque un teatro,el edificio de un teatro, reúne toda
la poesía, toda la vitalidad, todo el entusiasmo artístico posible. Veinte
años seguidos de esfuerzo y de pasión, vendidos para hacer pisos.

Joaquín PÉREZ-AZÁUSTRE Diario La Razón

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