27.5.06

HOY EN EL PAIS:


TRIBUNA: LA DESAPARICIÓN DE UN TEATRO JORGE BOSSO
La Unión de Actores, dispuesta a salvar el Albéniz
El autor, en nombre de un amplio colectivo de actores, analiza el papel que esta sala ha tenido para la gente del espectáculo
JORGE BOSSO
EL PAÍS - 27-05-2006
Nos proponemos unir los esfuerzos de toda la gente para salvar el teatro
El Albéniz se entronca con nuestra historia institucional en 19 años de asambleasEste artículo de opinión está escrito en nombre de la Unión de Actores de Madrid, o mejor dicho, con el espíritu de la Unión. Porque si las organizaciones tienen espíritu es el de quienes las crean, las sustentan con su trabajo, las requieren en su servicio y las necesitan, aunque no las usen a diario en toda su capacidad. Como los teatros.

La Unión de Actores que ahora cumple 20 años nació en diversos teatros madrileños como no podía ser de otra manera, en 1986, con la decisión de la profesión mayoritaria volcada en asambleas convocadas en pocas horas, según la disponibilidad del local, en el Jorge Juan, en el Centro Cultural de la Villa, en el María Guerrero, en el Pavón, etcétera. Esto es el proceso más genuinamente natural de gestación de una organización representativa donde germina la vida profesional y personal de los actores, por excelencia y por tradición. Era un momento que ya ha pasado a ser historia en que las tres administraciones con sede en Madrid eran socialistas. Esto para bien y para mal, ya que la Unión de Actores se crea porque el sector se rebela contra un decreto del gobierno central que nos perjudicaba como trabajadores al declararnos autónomos. Lo que quiere decir que no todo era lecho de rosas como pretenden algunos.

Es cierto que la Unión de Actores se fraguó estatutariamente en las dependencias del María Guerrero bajo la anuencia de su director entonces, Lluis Pasqual, hombre de teatro español catalán, europeo y universal que entendía la necesidad de los actores en Madrid de organizarse sindicalmente para defender sus derechos.

Pero, ya en 1987 celebramos la primera jornada de elecciones democráticas de la Unión de Actores en la calle de la Paz, en el Teatro Albéniz. Era un Teatro alquilado por la Comunidad de Madrid y de manera totalmente natural pasamos toda una jornada de elecciones en ese teatro, que pasó a ser nuestra casa. Desde entonces, con independencia del color del partido político que haya ejercido el gobierno de la Comunidad de Madrid, el Albéniz se entronca con nuestra historia institucional joven pero intensa, en diecinueve años de asambleas, debates, cambios y decisiones que nos afectan a todos. Aunque ya las asambleas no fueran multitudinarias, y en la amplitud de sus más de mil butacas nos quedaba grande para la presencia de varias decenas de fieles afiliados que cumplían con su obligación de aprobar "estatutariamente" a veces tediosas cuentas y presupuestos. Nuestra vocación asamblearia tenía alojamiento asegurado en el Albéniz gracias también a la gestión generosa hacia nosotros, de esa querida directora desaparecida, Teresa Vico. Era ella la que nos acomodaba en distintas dependencias del teatro, si era necesario, o en distintas horas de las 24 que tiene un día. Así compartimos asambleas en medio de decorados montados que no se podían tocar de destacados escenógrafos españoles y extranjeros. Y en decisión común, en la que participó el mismo personal del teatro pasamos a celebrar las últimas asambleas desde la propia arena, en una mesa montada en el patio de butacas, respetando con fervor el escenario, y debatiendo acciones en el lugar del público con los afiliados más devotos.

Pero, ha habido un evento especial para el cual el Albéniz con sus poco más de 1.000 localidades nos quedó pequeño. Hablamos de los Premios de la Unión de Actores, que ahora celebramos en su XV edición el próximo 29 de mayo. Esos ahora reconocidos premios a nivel nacional se iniciaron en el Albéniz en 1992, como una Gala propia casi íntima de los actores, con una especie de fin de fiesta sectorial, en la que originalmente se brindaron todos a colaborar en la celebración. Los actores llegaron a imitar a los técnicos y los técnicos salieron a imitar a los actores, en el escenario del Albéniz, porque ésa es otra prueba de espíritu desinteresado que demuestra que los teatros como las instituciones tiene el espíritu de quienes trabajan en ellas. Los técnicos siguiendo la generosidad de la directora Teresa Vico, aportaron gratuitamente su trabajo en un día lunes, su propio día de descanso ganado por los actores en movilizaciones anteriores.

Y la Gala de los Premios creció en reconocimiento, y en público que somos nosotros mismos, cuando teníamos que invitar a autoridades, prensa y otros sectores que trabajan con nosotros, más los candidatos a los premios votados no menos generosamente, ya que nunca se estableció preferencia por el lugar de donde provinieran los actores, ni siquiera si eran afiliados o no a la Unión de Actores. Se votaba por sus trabajos, con la única condición en el apartado teatral que los espectáculos hubieran sido estrenados en Madrid. Y esto hizo reducir irremediablemente las butacas disponibles para los afiliados de la Unión, y se rebasaran los espacios disponibles en la sala para colocar espectadores. En 1999, la amiga Teresa, con el riesgo de seguridad que significaba tener gente de pie, con sillas extras en los pasillos, o sentados en los escalones del piso superior me dijo: "No podemos seguir así. Puede pasar algún accidente grave. O ponemos un límite a nuestro límite de cupo, o no podemos seguir haciendo los premios en el Albéniz". Le contesté que era imposible reducir el número de asistentes cuando ya teníamos más del doble de afiliados de los que cabían en el teatro, y muchos se quedaban fuera. Al año siguiente, con íntimo pesar no sólo por el Albéniz sino también por dejar el ámbito acogedor de un teatro, pasamos a celebrar los premios en el Palacio de Congresos de la Castellana, que sobrepasa las 2.000 localidades.

Pero, ese año 1999, ahora con un vuelco drástico en el gobierno de las tres administraciones públicas en Madrid, que habían pasado a manos del PP, en el Albéniz logramos concentrar asambleas otra vez multitudinarias a golpe de convocatoria, nuevamente en defensa de nuestra Seguridad Social, de la equiparación de nuestras bases de cotización. La asistencia masiva la pueden atestiguar dos invitados de lujo en la representación laboral, a una de esas asambleas, José María Fidalgo y Pedro Chavero, de CC OO y UGT, respectivamente, aunque el último ha dejado su actividad sindical.

Dos años después en 2001 en la X Edición de los Premios Unión de Actores la Junta General decidió conceder el premio Especial al Teatro Albéniz y a su personal técnico y administrativo, que fue recogido en la Gala celebrada en el Palacio de Congresos por Teresa Vico y una delegación de los trabajadores del Teatro. En los años posteriores se han producido diversos cambios en las personas y en la política de la Administración de la Comunidad de Madrid, aunque haya seguido gobernada por el PP. Con el fallecimiento de Teresa, Cristina Santolaria, otra antigua amiga de nuestra organización Sindical, asumió la dirección del Teatro Albéniz y se ha forzado en mantener tan cordiales relaciones como habíamos tenido hasta entonces. A pesar de los cambios, pues, seguimos considerando al Teatro Albéniz la casa de la Unión.

Los Teatros guardan también el espíritu de los artistas intérpretes que han creado y trabajado en ellos, los ecos de las voces y de los instrumentos, textos y músicas y los movimientos de los bailarines dibujados en el aire (cierto es que los profesionales de la danza españoles y extranjeros tienen capítulo aparte en su relación y exposición pública en el Albéniz). Pero también guardan los momentos de disfrute, de emoción del público que en tantos años ha pasado por sus butacas, en gran medida ocupadas por otros artistas y por representantes políticos y administrativos. Un teatro lo guarda todo.

Ahora llegamos a conocer que el plan de ordenación Urbana de Madrid había incluido la protección del edificio y de su uso teatral. No obstante, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha decidido fallar a favor de la impugnación de esa catalogación recurrida por los propietarios, evidentemente interesados en la explotación inmobiliaria y comercial del solar con mayor rentabilidad. Suponemos que los propietarios legítimamente buscarán un resultado rentable igual o superior al elevado alquiler que han venido cobrando de la Comunidad de Madrid, desde 1984. No nos importa su interés económico pero sí nos importa que el Albéniz se mantenga como teatro en el centro de esta capital. Aquí sí que demandamos la acción política para que con el dinero de todos, si es necesario, salvemos un teatro que es de todos y para todos.

Por eso ahora la Unión de Actores se propone unir los esfuerzos de actores, bailarines, músicos, cantantes, autores y toda la gente del espectáculo para con la unión de todos salvar el Albéniz.

Como artistas unidos a los ciudadanos de buena voluntad dispuestos a cuidar su patrimonio cultural madrileño, ya maltratado en tantos cines del centro de Madrid, queremos salvar el Albéniz, con su luz propia detrás de la central Puerta del Sol.

Jorge Bosso es secretario general de la Unión de Actores. Firman también este artículo: Pilar Bardem, Héctor Alterio, Alicia Agut, Xabier Elorriaga, Amparo Climent, Fernando Marín, Amparo Soto, César Sánchez, Beatriz Bergamín, Juan Matute, Rosana Pastor, Juanjo Pérez Yuste, Berta Ojea, Ramiro Melgar, Isabel Arcos, Antonio Canal, Gloria Vega, Susana Martins, Concha Rodríguez y Julio-César Acera.



gracias amigos, LA UNIÓN HACE LA FUERZA, VAMOS A SALVAR EL TEATRO

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