Madrileñamente feo
Hago míos los (re)sentimientos de cualquier persona que viva en la ciudad de Madrid y tenga dos dedos de frente y un poco de corazón, y firmo donde haga falta en apoyo del Albéniz. ¿Cómo es posible que en esta puñetera ciudad no se escenifiquen más que desgracias en materia urbanística? ¿Por qué me da la sensación de que nada se abre, se inaugura, se festeja, se colorea, de que nada reverdece, de que no hay una buena noticia para el ciudadano ni por casualidad; de que todo es cerrar y llenar de cemento, demoler, arrancar, tasar, limitar, prohibir, tunelar, horadar, silenciar, asustar con las licencias, convertir en Zara/Starbucks? Mis memorias del Albéniz no tienen ninguna importancia: recuerdo haber visto allí el primer festival de Cine Fantástico de la capital casi poco después de abrir el teatro, montajes de Robert Wilson, a Kiko Veneno, mil cosas. Lo terrible es que con cada nueva tropelía urbanística uno pasa por el lugar del crimen y recuerda lo que había antes. Me apena profundamente vivir en una ciudad que tiende a la fealdad, una ciudad tan municipalmente insensible, y tan madrileñamente fea.
Por cierto: atentos a ese faraónico proyecto que es el Auditorio de El Escorial, ciudad de la comunidad cuya actividad cultural se concentra básicamente en los cursos de verano. Está a punto de abrirse. ¿Programarán todo el año? ¿O sólo en verano? ¿Y para quién? ¿Cuánto costarán las entradas? Creo que se hablará bastante de ese asunto dentro de poco.
Bruno Galindo (escritor y periodista)
DNI: 51369022-V
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