19.5.06

Apoyo Complutense




Conocí a Teresa hace veinte años y, desde el primer momento, me pareció que era "un torbellino ordenado", como G. K. Chesterton escribió para definir a uno de sus personajes. A Teresa le dio tiempo para todo: tener cuatro hijos y dos nietos, dedicarles mucho tiempo y desarrollar una vida profesional que la hacía ser un personaje desbordante.

Estoy convencido de que el trato con su familia convirtió en un arte el trato con los autores, actores y técnicos. También adquirió, quizá sin darse cuenta, como les ocurre a las personas geniales, la habilidad para conocer los intereses del público. Pero no de cualquier público. Digámoslo claramente: Ir al Albéniz, en muchos casos, significaba estar entre la mayoría de la minoría de la gente que entendía de teatro y de danza.

Por tanto, era muy inteligente para captar el espíritu del tiempo. Que se lo pregunte, si no, a quienes encontraron en ella el ánimo y el empuje para crear, innovar, despejar el horizonte.

Cuando en todas las profesiones hay muchos más envidiosos de los necesarios, podemos preguntarnos por qué tantas personas querían tanto a Teresa. A algunos "investigadores" les pagan bastante por estudiar asuntos mucho menos interesantes e intrigantes que éste.

Por eso, hemos de luchar para que continúe en pie el trabajo de Teresa. Ha creado una tradición valiosa. ¿Quién crea ahora tendencias que perduren? Va para dos años que Teresa no está con nosotros y sin embargo, notamos que falta una persona muy importante en el mundo de la inteligencia. Casi se me escapa la palabra "cultura", pero me parece muy pretenciosa y confusionaria.

No podemos permitir que el Albéniz quede al albur de cualquier funcionario o de cualquier contratado entusiasta del relumbrón y de las relaciones públicas mal entendidas. Luchemos para que este teatro siga irradiando, como con Teresa Vico. Si logramos que siga en pie, si impedimos que sea una víctima más de la voraz especulación, nos sentiremos mucho más contentos cuando repasemos los espacios y momentos agradables de nuestro mundo.



Felicísimo Valbuena de la Fuente. Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

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