24.5.06

Mensaje de José Ramón Fernández -Dramaturgo


A ver: se supone que, como dramaturgo, tengo que ser capaz de ponerme dentro de la cabeza del asesino, de conocer cómo funciona su visión del mundo, para poder escribir un personaje verosímil.

Así que me voy a olvidar de que llevo yendo al Albéniz desde que era cine (no hace tanto) tras haber comenzado como teatro de revista. Mi relación con el Albéniz comenzó con una peli de Richard Harris y desde entonces he pasado horas inolvidables en esa platea y en ese anfiteatro. Y en esos camerinos. Por el escenario vi pasar a una novia muy querida, y varias docenas de espectáculos inolvidables: he visto dioses sobre esas tablas, como Margarita Lozano. He visto espectáculos que me han vuelto del revés, como La calle de los cocodrilos. He sentido eso que llaman el mal de Stendhal, una especie de mareo debido a la contemplación de una belleza insoportable: fue Trinidad Sevillano, en un paso a dos del Corsario. Pero, además, lo he conocido por dentro: sus personas. Teresa, claro. Pero además su equipo. Y dentro de su equipo mi Pilar Berigüete, que te quiero y te recuerdo.

Vale, pues me olvido de todo: de Richard Harris, de Koyaaniskatsi, de Alterio, de Raf Valone, de Julia, de los cocodrilos, de Donizzetti, de la Lozano, de Lluis Llach, a quien adoro. De Trinidad Sevillano. De la belleza. Y de las personas. De todo.

Y ahora pienso que es un espacio bastante infame, antipático para muchas obras, con una platea demasiado larga, con un escenario en el que resfriaría hasta Admunsen. Y que la comunidad de Madrid va a hacer un par de teatros de la hostia pagados por el Canal de Isabel II, en serio, y tal vez una sala lleve el nombre de Dulce Chacón. Y que, además, esto es propiedad de unos señores que pueden hacer con lo suyo lo que les salga.

Ya está. Ya estoy preparado.


Pues nada, oiga. Que no me sale. Que me sigue pareciendo un disparate. Por cierto, los teatros privados se pueden expropiar. Se hizo con la Olimpia. La compró el ayuntamiento, la tiró y construyó un teatro nuevo. Igual no es imposible salvar el Albéniz como espacio para la cultura.

José Ramón Fernández

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