A ver si conseguimos que instituciones e interesados se enteren de una vez de lo que estamos protegiendo: no es ni un edificio, ni un teatro genérico. Es el fenómeno cultural del teatro Albéniz, con su local de 1000 butacas, con sus lámparas, con sus alfombras. Es el equipo humano que programa y realiza técnicamente los espectáculos. Es el nombre, objetivos y carácter público insitucional del teatro.
Todo eso debe continuar. No se puede reemplazar. No es a rey muerto rey puesto. Estamos hablando de una raíz cultural de 20 años que no se puede sustituir ni empotrar en un centro comercial.
¿Va la empresa privada a financiar la programación del festival de Otoño? ¿Paga a compañías de teatro compensando sus pérdidas sopesando su valor cultural? Una empresa privada no puede ni es su intención sostener el ingente valor cultural de este teatro. ¿O creemos que Zara puede gestionar la Biblioteca Nacional?
Repetiremos esto cuantas veces haga falta hasta que entiendad a qué tenemos cariño y respeto en ese teatro.
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